jueves, 19 de mayo de 2016

SOY Y CÓMO LLORAR POR UNA PASARELA

Bueno, mi gente bella, ya comenzamos la semana de la moda de Bogotá, y aunque estamos sobreviviendo a punta de Red Bull (post no patrocinado, pero podría serlo *guiño, guiño*), estamos con una suma de sentimientos encontrados que aún no desciframos. Puede que sea el cansancio, y en parte lo es por la monotonía de uno de estos eventos, pero hoy sentimos las semanas de la moda como eventos diferentes.

Sí, como resumen general de lo que ha venido sucediendo, podemos hablar del modo en que el Museo del Chicó nos ahorra un trajín largo, y permite un mayor nivel de asistencia. Y alabo también que la convocatoria se ve mucho mayor este año; es bonito ver a todas esas personas interesadas en lo que sucede en la industria de la moda nacional. También, tengo que decir que la curaduría de marcas ha sido impecable. Ayer tuve la oportunidad de ver tres pasarelas en las que sentí esa emoción del trabajo bien hecho. Pasamos de los cortes sartoriales y el detalle de confección de Faride Ramos, a los textiles andinos, imágenes indígenas interpretadas en clave pop de Darío Cárdenas. Y cerraríamos la noche con una pasarela que me hizo sentir esto que hace mucho no sentía por la industria. 

Hablemos ahora sí de lo que me trajo a escribir tan pronto esta entrada: SOY de María Luisa Ortiz y Diego Guarnizo, un trabajo realizado por dos talentos que se presentó en un ambiente cargado de emociones y sentidos. Cuando comenzó la organización en la carpa, no fue sencillo comprender los vítores y los aplausos sin que comenzara la pasarela, aunque emocionó ver a una María Luisa Ortiz llena de energía y con una sonrisa enorme saludando al público que, expectante, deseaba conocer la colección. 
Nada qué hacer, lo más bello de la pasarela.

El ambiente se cargó de teatralidad cuando tres artistas comenzaron a tocar, bajo la batuta de César López, quien desarrolló todo un soundtrack instrumental, buscando hilar las texturas con los sonidos, logrando un ambiente mágico que nos llenó de emoción para comprender lo que vendría después. 

Salió la primera modelo, enfundada en un traje que me hizo pensar en la campesina andina. Pero más que eso, desde mi ubicación pude detallar algo más especial aún. Logré ver cómo Diego agarraba las manos de cada una de sus modelos, las besaba y las abrazaba, y salían éstas con una sonrisa enorme a interactuar con el escenario en un juego ideal entre pasarela y performance.  



Si a esto le sumamos cómo fueron saliendo, de la mano de las modelos, las diferentes manos artesanas detrás de las piezas, fórmula mágica para lágrima segura. Creo que fue uno de los aplausos màs bellos que he visto en una pasarela, cuando salían las mujeres campesinas con su trabajo en mano, felices de ver cómo el público, gente totalmente diferente en el juego de estratos de la sociedad colombiana, se maravillaba con su labor. 


Hablando ya de la colección vimos muchos colores claros, le apuntamos de nuevo a los volados y al volumen exagerado, tops en cuello bardot (de esto tendremos pa'largo) y un styling maravilloso, con unos maxi sombreros de colores (¿también pensaron en Gloria Saldarriaga?) maravillosos. Los estampados naturales en contraste con los colores neutros generaron un efecto bello, de rescate de la inspiración colombiana, sin el deje de obviedad al que estamos acostumbrados. Todo esto, en un aura súper femenino con faldas en a y mucho volumen, destacando también el bello juego con el corte láser. 

Espero hoy seguir encontrándome con cosas maravillosas como las que vi ayer (hoy les prometo que mi Snapchat sí funciona, camarfre)

¡Hasta pronto!

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